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DANZA MULTIMEDIA

Mente y movimiento

Aprendí a bailar antes que hablar. La danza para mí ha significado llevar el reflejo de mi intimidad al espacio público, es el descubrimiento constante que hago conmigo mismo, aprendiendo a reconocerme, para permitirle a los demás hacerlo. Finalmente, nada de lo que hago tiene sentido si los otros no me ven y no sienten algo.

 

Danzar para mí es dar forma, es conceptualizar y abstraer, las creencias, los sentimientos, las ideas y el mundo. Cada vibración constante del cuerpo, el latir del corazón, el paso de la sangre por las venas, son una forma de danza que se materializa en vida, es decir, no se danza únicamente con los pies y las manos, que es lo que todo el mundo ve, se danza con los miedos, con las raíces, las frustraciones y los sueños. Más de una vez he visto la forma en que todos bailan mientras realizan acciones cotidianas, por ejemplo, cuando corremos al transporte lo hacemos de forma rítmica a través de una sucesión de movimientos que se alternan, llenando el cuerpo de resistencia y creando una armonía vital. Y así, algo parecido sucede cuando se baila.

 

Lo que más me gusta de la danza moderna es que me ha permitido liberarme de las reglas específicas, es tan orgánica, fluida y terrenal que es casi instintiva. Me balanceo sobre mi cuerpo, siguiendo mis propios principios anatómicos y buscando mi propia verdad. Lo más profundo para mí es la simbología que tiene hacerlo desnudando mi cuerpo, especialmente mis pies; danzo descalzo para sentir el suelo, entro despojado al escenario y al interior de mis espectadores y así me muestro transparentemente ante ellos. Muchas veces, para ser honesto, no voy en búsqueda de que mi público sienta que una obra mía es simbólica o que les guste, lo que realmente me interesa es explorar un concepto que sea comprensible para quien lo ve.  Y esta es la forma en que hago de mi cotidianidad un baile completo.

 

La búsqueda de un personaje hacia la interpretación supera la imitación. El tiempo que destino encontrándolo a  veces supera los cuatro o seis meses, porque no es sólo lograr un movimiento y hacerlo parte de la narrativa, es transformarme en él. Es por ello que establecer una conexión con quienes me ven es importante, ya que no funciona como en la vida cotidiana mediada por la voz, mi arma fundamental es el cuerpo y es con él que argumento y doy un mensaje presente que el público debe  intuir.

 

En realidad estudiar el cuerpo es una investigación introspectiva de por vida, así que llegué a un punto en que decidí ponerme en búsqueda de algo más, quería vincular una experiencia más profunda para el aforo y para mí, así que sentí que la danza multimedia me daba esa versatilidad que buscaba para explorarme y vincular un recurso ajeno como la imagen en esta búsqueda corporal, fusionándose en una sola con el ensamble tecnológico, que a su vez es interactivo, es decir, el sistema multimedia no es decorativo, sino que  retroalimenta lo que hago, y esa interacción se logra a través del tracking, que es la respuesta audiovisual a mis movimientos específicos. Ahí existe un proceso completo de comunicación y, justo allí, está el reto a nivel tecnológico.

 

A muchas personas les llama mucho la atención este tipo de nuevos vínculos con la tecnología en los procesos creativos, pero para mí no es tan sorpresivo cuando la mayoría hace de la tecnología una parte corporal e incluso instintiva de ellos mismos, y esa forma de asumir la realidad es lo que me anima a llevar estas nuevas formas a los ojos de las personas.

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